La frase “lo digital llegó para quedarse” fue expresada en múltiples ocasiones durante los años 2020 y 2021, nunca fui muy partidario de esta afirmación dado que los cambios sociales requieren de tiempo que puede llegar incluso a una o dos generaciones para que sean internalizados en la sociedad; por otra parte, las vacunas lograron contener la gravedad de los casos asociados al COVID y cerrando el año 2022 hemos logrado recuperar la movilidad nacional e internacional así como nuestros espacios de socialización.
Durante este año se están evaluando las brechas generadas en este período en donde el riesgo de perder la vida era lo que estaba en juego. En este escenario, muchos jóvenes dejaron la educación, hubo pérdida de fuentes laborales, crisis económicas y un extenso etcétera.
Antes de regresar al tema principal, mencionaré dos hechos que a mi juicio son relevantes, el primero dice relación con una fuerza invisible que nos lleva a regresar o a mantener nuestra posición: “la inercia”. El comportamiento humano, incluso cuando existe el riesgo de perder la vida, nos hace regresar a lo conocido, un ejemplo de ello, son los casos de un poblado construido en un lugar que se inunda, las personas abandonan sus viviendas mientras no pueden acceder, pero una vez que desaparece el agua, la mayoría de las personas regresa a mantener sus vidas tal cual eran previamente. El segundo hecho, es el comportamiento de la sociedad y su valoración por la educación, en este sentido, son atingentes las siguientes interrogantes ¿qué es más importante para las familias? ¿el título, el futuro laboral, el desarrollo intelectual de su familia?, y ¿qué consideran importante los jóvenes a la hora de elegir una carrera?, ¿qué sucede con las nuevas oportunidades?, ser un influencer, youtuber, creador de apps por cuenta propia y otras formas de generar ingresos. En definitiva, ¿nos estamos acercando realmente a un nuevo paradigma en la formación de capital humano o solo estamos experimentando fenómenos temporales?
Las instituciones de educación superior y secundaria realizaron grandes inversiones en tecnología durante las etapas más complejas de la pandemia; asimismo, desarrollaron capacidades en los equipos de docentes y de gestión, incorporaron el teletrabajo, adquirieron software y probaron modelos de enseñanza compatibles con los contextos remotos. En la actualidad, observamos que todo lo nombrado se archivó en el mejor de los casos o simplemente fue desechado, para regresar a lo conocido, a los entornos presenciales controlados. Para ser justos la presencialidad tiene componentes que son fundamentales para el desarrollo social que por ahora son irremplazables sobre todo en edades tempranas.
Quienes tienen la responsabilidad de gestionar los proyectos educativos se ven expuestos a la disyuntiva de tener que decidir en donde orientar sus recursos económicos y humanos para el desarrollo de sus actividades, aquí es donde existen los “números” que son los que permiten inclinar la balanza por una u otra opción en el corto plazo, algunos ejemplos:
- ¿Qué podríamos hacer con un equipo de 30 personas que gestionaban la educación virtual para sustentar 400 horas semanales de clases y en la actualidad solo tiene 40 horas semanales?
- ¿Qué hacemos con las plataformas que eran el centro de operaciones y que llegamos a tener 500 aulas o cursos activos y ahora solo tenemos 20?
- ¿Qué hacen los docentes con todo lo que aprendieron?
Mantener todo lo anterior implica un gran esfuerzo económico y si la demanda bajó, ¿cómo podríamos sostener un proyecto de educación virtual en el tiempo?, en cuanto a las familias ¿dónde están las preferencias modelos tradicionales, híbridos o 100% online?
Hoy las decisiones implican la reflexión ¿qué hacer con lo creado, comprado y aprendido sin financiamiento ni demanda? Creo que tendremos varios fenómenos que se desarrollarán de manera lenta, pero constante. Ahora bien, si observamos otras industrias, por ejemplo la industria de la entretención (música y películas) tardaron 20 años para transitar desde lo tradicional a los modelos que conocemos hoy en día (Napster fue lanzado en el 1999, Youtube lanzado en 2005). Las diferencias entre el sector de la educación y el entrenamiento, son múltiples, sin embargo, con las tecnologías disponibles hoy se pueden lograr experiencias extraordinarias y los costos son muy diferentes a los de inicios del siglo XXI.
El contexto pareciera no ser favorable para los grandes proyectos digitales de la educación, por tanto, la gran mayoría de estos “elefantes blancos” estarían condenados a la desaparición, mientras otro grupo intentará recuperar la épica de los años pasados con resultados parciales, finalmente estarán quienes ya tenían estrategias y caminos avanzados previos a la pandemia, que en la actualidad están desarrollando nuevos modelos de formación validados por la sociedad y que serán los lideres de la década.
Mi recomendación pese a que esta publicación pareciera ser pesimista, es a no desistir en el largo plazo. El cambio comenzó y solo tiene boleto de ida, los tiempos sociales son más lentos de lo que erradamente nos pudo haber hecho creer la pandemia, nuestra especie tiene cierta capacidad para adoptar los nuevos modelos. La invitación es a crear nuevos proyectos con nuevos formatos, nueva demanda y reciclar todo lo aprendido, no debemos olvidar que todo lo hecho en la pandemia fue para enfrentar la emergencia y el comportamiento social en ese contexto, todo eso ya no existe.
Ahora que el agua nos permite regresar a lo conocido, debemos seguir “la inercia”. El problema será que la próxima inundación no será un fenómeno de la naturaleza, más bien será un cambio cultural que arrasará con todo lo conocido y no tendremos a donde regresar.
Perfil del autor
- Hernán Silva Olivares
- Director Ejecutivo EDUTIC, Magister en Innovación Tecnológica y Emprendimiento, +15 años de experiencia como CIO en la Educación Superior
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